Papa León XIV: «Sean luz y sal allí donde se está apagando la llama de la fe y el gusto por la vida»
Discurso del Santo Padre León XIV al Consejo de Jóvenes del Mediterráneo
Sala Del Consistorio | Viernes, 5 de septiembre de 2025




Queridos jóvenes, ¡bienvenidos!
Me alegra darles la bienvenida aquí, en el Vaticano, en la casa de Pedro, acompañados por el Secretario General de la Conferencia Episcopal Italiana. Sé que proceden de distintos países, que tienen lenguas y culturas diferentes, pero los une un único gran deseo: la convivencia pacífica de los pueblos, especialmente de los que habitan alrededor del Mediterráneo. A este deseo le están dando ustedes cuerpo y alma, con su compromiso y con numerosos proyectos, tanto en las zonas que ocupan sus comunidades como a nivel europeo, en diálogo con las instituciones eclesiales y políticas.
Les agradezco lo que hacen, son una demostración de que el diálogo es posible, de que las diferencias son fuente de riqueza y no motivo de oposición, de que el otro es siempre un hermano y nunca un extraño o, peor aún, un enemigo.
El Consejo de Jóvenes del Mediterráneo es uno de los frutos del camino de reflexión y espiritualidad promovido por la Conferencia Episcopal Italiana, que tuvo dos momentos clave: en Bari, en el año 2020, y en Florencia, en 2022. Estos encuentros reunieron a los obispos de algunos países de la zona mediterránea, conscientes de que el mare nostrum puede y debe ser un lugar de encuentro, una encrucijada de fraternidad, una cuna de vida y no una tumba para los muertos. Espero que estas experiencias, promovidas por las Iglesias en Italia, puedan continuar como signos de esperanza.
Giorgio La Pira, el alcalde de santa memoria cuyo pensamiento inspiró las iniciativas de Bari y Florencia, estaba convencido de que la paz en la región del Mediterráneo llegaría a ser el comienzo y de algún modo la base de la paz entre todas las naciones del mundo. Esta visión mantiene hoy toda su fuerza y su carga profética, en una época desgarrada por los conflictos y la violencia, en la que la carrera armamentística y la lógica de la opresión prevalecen sobre el derecho internacional y el bien común. Pero no debemos desanimarnos, ¡no debemos resignarnos! Y ustedes, jóvenes, con sus sueños y su creatividad, pueden dar una contribución fundamental. ¡Ahora, y no mañana! ¡Porque ustedes son el presente de la esperanza!
Este Consejo es realmente una obra-signo. La obra es la que el Papa Francisco ha confiado a las Iglesias del Mediterráneo, «reconstruir los lazos que se han roto, levantar las ciudades destruidas por la violencia, hacer florecer un jardín donde hoy hay terrenos áridos, infundir esperanza a quienes la han perdido y exhortar a los que están encerrados en sí mismos a no temer a su hermano» (Encuentro con los obispos del Mediterráneo, Bari, 23 de febrero de 2020).
El signo, queridos amigos, son ustedes: signo de una generación que no acepta acríticamente lo que sucede, que no mira para otro lado, que no espera a que sea otro quien dé el primer paso; signo de una juventud que imagina un futuro mejor y que ha decidido comprometerse para construirlo; signo de un mundo que no se rinde ante la indiferencia y la costumbre, sino que se compromete y trabaja para transformar el mal en bien.
La paz está sobre la mesa de los líderes de las naciones, es objeto de debates globales y, lamentablemente, a menudo se reduce a eslóganes. En cambio, necesitamos cultivar la paz en nuestros corazones y en nuestras relaciones, hacerla florecer en los gestos cotidianos, ser motores de reconciliación en nuestros hogares, en las comunidades, en los ambientes de estudio y de trabajo, en la Iglesia y entre las Iglesias. «Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9). No es una decisión cómoda, nos saca de las zonas de confort de la distracción y la indiferencia, y puede encontrar la oposición de quienes están interesados en perpetuar los conflictos.
Queridos jóvenes, sigan siendo signos de esperanza, esa esperanza que no defrauda, que está arraigada en el amor de Cristo. Ser signos de Cristo significa ser sus testigos, anunciadores de su Evangelio, precisamente alrededor de ese mar desde cuyas orillas partieron los primeros discípulos. El horizonte del creyente no es el de los muros y las alambradas, sino el de la acogida recíproca. Así, el patrimonio espiritual de las grandes tradiciones religiosas nacidas en el Mediterráneo puede seguir siendo fermento vivo en esta zona y más allá; fuente de paz, de apertura al otro, de cuidado de la creación y de fraternidad. Esas mismas religiones han sido y a veces siguen siendo instrumentalizadas para justificar la violencia y la lucha armada. Debemos desmentir con nuestra vida estas formas de blasfemia, que oscurecen el Santo Nombre de Dios. Por eso, junto con la acción, cultiven la oración y la espiritualidad como fuentes de paz y lenguajes de encuentro entre tradiciones y culturas.
No tengan miedo, sean brotes de paz allí donde crece la semilla del odio y el resentimiento; sean tejedores de unidad allí donde prevalecen la polarización y la enemistad; sean la voz de quienes no tienen voz para pedir justicia y dignidad; sean luz y sal allí donde se está apagando la llama de la fe y el gusto por la vida. No desistan si alguien no los entiende.
San Carlos de Foucauld decía que Dios se sirve también de los vientos contrarios para llevarnos a buen puerto.
Los animo a seguir adelante con esta experiencia del Consejo de Jóvenes del Mediterráneo. Que Dios los bendiga y que María Reina de la Paz los proteja siempre. Gracias.





