La hermana Mary Keller, primera doctora en Ciencias de la Computación de Estados Unidos
La fascinante historia de la religiosa que no solo programó computadoras sino que programó un futuro más humano.
Imagina por un momento el año 1965. Los Beatles acababan de lanzar "Help!", la guerra de Vietnam escalaba dramáticamente, y las computadoras eran monstruos mecánicos que ocupaban habitaciones enteras. En este mundo, una religiosa católica de 51 años estaba a punto de hacer historia sin que casi nadie se diera cuenta: la hermana Mary Kenneth Keller se convertiría en la primera persona en obtener un doctorado en Ciencias de la Computación en Estados Unidos.
Un Comienzo Inesperado
Mary Kenneth Keller nació en 1913 en Cleveland, Ohio, en una época donde las mujeres apenas podían votar y la palabra "computadora" se refería a personas (generalmente mujeres) que realizaban cálculos matemáticos a mano. A los 18 años, tomó una decisión que definiría su vida: ingresar a las Hermanas de la Caridad del Sagrado Corazón de Jesús (Sisters of Charity of the Blessed Virgin Mary).
Pero aquí viene la primera sorpresa: en lugar de conformarse con las tareas tradicionales esperadas de una religiosa de su época, Mary Kenneth tenía una mente inquieta que la llevó a estudiar matemáticas y física. Era el tipo de persona que encontraba belleza en las ecuaciones y veía patrones donde otros solo veían números.
El Encuentro con las Máquinas del Futuro
A finales de los años 50, cuando las computadoras eran territorios casi exclusivamente masculinos, la hermana Keller logró algo extraordinario: acceso al Centro de Computación de la Universidad de Dartmouth, allí ella trabajaba codo a codo con los pioneros de la programación.
No era solo una observadora. Mary Kenneth participó activamente en el desarrollo de BASIC (Beginner's All-purpose Symbolic Instruction Code - Código de Instrucción Simbólica Multipropósito para Principiantes), el lenguaje de programación que más tarde permitiría que millones de personas se acercaran por primera vez al mundo de la computación. Mientras otros veían máquinas frías y complicadas, ella visualizaba herramientas de democratización del conocimiento.
Haciendo Historia Sin Ruido Mediático
El 9 de junio de 1965, en la Universidad de Wisconsin-Madison, algo extraordinario pero silencioso ocurrió. Mary Kenneth Keller defendió su tesis doctoral titulada "Inductive Inference on Computer Generated Patterns" (Inferencia Inductiva en Patrones Generados por Computadora), convirtiéndose en la primera persona en recibir un Ph.D. (Doctorado) en Ciencias de la Computación en Estados Unidos.
Lo más sorprendente no es solo que fuera la primera, sino que lo hizo siendo mujer, religiosa, y en una época donde la informática era considerada un campo impenetrable para cualquiera que no fuera un hombre joven con formación en ingeniería o matemáticas avanzadas.
La Visión de una Educadora Revolucionaria
Pero la hermana Keller no se detuvo ahí. En 1965, fundó el departamento de Ciencias de la Computación en Clarke College (ahora Clarke University) en Iowa, convirtiéndose en su primera directora. Su visión era radical para la época: creía firmemente que las computadoras no debían ser herramientas exclusivas de una élite académica o corporativa, sino instrumentos accesibles para mejorar la educación y la vida de las personas comunes.
Desarrolló programas innovadores que combinaban informática con humanidades, algo prácticamente inaudito en los años 60. Mientras otros departamentos de computación se enfocaban únicamente en aspectos técnicos, Mary Kenneth insistía en que sus estudiantes comprendieran las implicaciones sociales y éticas de la tecnología.


El Legado Silencioso de los Religiosos en la Ciencia
La historia de Mary Kenneth Keller es solo una de las muchas que demuestran algo fascinante: el papel fundamental que los religiosos han jugado en el avance científico y tecnológico. Desde Gregor Mendel y sus experimentos con guisantes que sentaron las bases de la genética, hasta Georges Lemaître, el sacerdote que propuso la teoría del Big Bang, las órdenes religiosas han sido cuna de mentes brillantes que transformaron nuestro entendimiento del mundo.
¿Por qué ocurre esto? Las comunidades religiosas han ofrecido históricamente algo que el mundo secular raramente proporciona: tiempo, recursos y libertad intelectual para investigar sin las presiones comerciales inmediatas. Los monasterios medievales preservaron el conocimiento clásico durante siglos oscuros; las universidades católicas fueron pioneras en diversos campos de estudio; y religiosos como la hermana Keller tuvieron la valentía de aventurarse en territorios inexplorados.
Una Pedagogía Revolucionaria
Lo que más distinguía a Mary Kenneth no era solo su dominio técnico, sino su filosofía educativa. Creía que la tecnología debía humanizar, no deshumanizar. En una época donde las computadoras se percibían como amenazas al empleo humano, ella las veía como amplificadores de la capacidad humana para crear, aprender y conectar.
Sus clases eran legendarias: combinaba rigor técnico con reflexiones sobre las implicaciones sociales del código que escribían. Les decía a sus estudiantes que cada línea de programación era un acto de responsabilidad hacia el futuro de la humanidad.
El Apostolado del Conocimiento
Para la hermana Keller, enseñar informática era una forma de apostolado. No separaba su fe de su ciencia; las veía como dimensiones complementarias de una misma búsqueda de verdad. Su oficina en Clarke College estaba llena de cruces, libros de programación y estudiantes de todas las creencias que encontraban en ella no solo una profesora brillante, sino una mentora que los desafiaba a pensar más allá del código.
Trabajó hasta los 70 años, retirándose solo en 1985, después de haber formado a cientos de programadores que llevaron su visión humanística de la tecnología a empresas, universidades y organizaciones de todo el mundo.
Un Reconocimiento Tardío pero Merecido
Mary Kenneth Keller murió en 1985, en una época donde su contribución apenas comenzaba a ser reconocida. No fue hasta décadas después que la historia de la computación comenzó a rescatar figuras como la suya, ocultas por décadas de narrativas que privilegiaban a los hombres jóvenes emprendedores sobre las mujeres religiosas visionarias.
Hoy, cuando hablamos de diversidad en tecnología, deberíamos recordar que la primera persona en obtener un doctorado en Ciencias de la Computación en Estados Unidos fue una religiosa católica de 51 años que veía en cada línea de código una oportunidad para hacer el mundo más justo y educado.

¿Qué Nos Enseña Mary Kenneth?
La historia de la hermana Mary Kenneth Keller nos recuerda que la innovación puede venir de los lugares más inesperados. En un mundo que asocia la revolución tecnológica con jóvenes en garajes o corporaciones multimillonarias, ella nos demuestra que algunas de las contribuciones más significativas vinieron de personas que combinaron excelencia técnica con profundos valores humanísticos.
Su legado nos plantea preguntas relevantes para nuestro tiempo: ¿Estamos desarrollando tecnología que realmente sirve a la humanidad? ¿Nuestros sistemas educativos preparan a estudiantes no solo técnicamente competentes, sino éticamente responsables? ¿Cómo podemos asegurar que la próxima revolución tecnológica sea inclusiva desde su origen?
La hermana Mary Kenneth Keller no solo programó computadoras; programó un futuro más humano. Y en tiempos donde la tecnología avanza a velocidades vertiginosas, su ejemplo de combinar competencia técnica con sabiduría moral es más necesario que nunca.
En estos tiempos donde celebramos a los disruptores tecnológicos, quizás deberíamos recordar más a menudo a una religiosa que revolucionó silenciosamente el mundo desde un pequeño college de Iowa, demostrando que el verdadero poder transformador reside no solo en el código que escribimos, sino en los valores que guían nuestras manos al escribirlo.