¿Espíritu Santo o espectáculo?
Una mirada crítica a las manifestaciones extraordinarias en el cristianismo moderno
A lo largo de la historia del cristianismo, los creyentes han afirmado experimentar la acción directa del Espíritu Santo en sus vidas, especialmente mediante dones espirituales extraordinarios: el hablar en lenguas, la profecía, las sanaciones milagrosas, las caídas al suelo o el llamado “descanso en el Espíritu”. En los últimos cien años, estas manifestaciones se han vuelto más visibles y frecuentes, especialmente en el mundo protestante evangélico, y desde hace unas décadas también en el seno de la Iglesia Católica a través de la Renovación Carismática.
Pero esta efusividad espiritual, muchas veces acompañada de emocionalidad intensa y fenómenos físicos llamativos, también ha despertado preguntas serias: ¿Estas manifestaciones vienen realmente de Dios? ¿No podrían ser efectos de sugestión, histeria colectiva o manipulación? ¿Qué criterios podemos usar para discernir lo auténtico de lo falso?
Proponemos hacer un breve recorrido histórico y teológico por el fenómeno de las manifestaciones extraordinarias del Espíritu Santo, con una mirada crítica, pero abierta a la verdad. Al final, nos preguntaremos con seriedad si estos signos son expresión de la presencia divina… o, en algunos casos, producto del espectáculo.
1. Raíces históricas: El inicio en el protestantismo evangélico
Las primeras manifestaciones físicas en contextos cristianos protestantes modernos se documentan durante el denominado Primer Gran Despertar en las colonias británicas de Norteamérica entre los años 1740 y 1742. Predicadores como Jonathan Edwards, aunque profundamente racional y teológico, relatan episodios donde los fieles se caían de rodillas llorando, gritaban o temblaban al escuchar sermones sobre el juicio divino. Para Edwards, estos signos podían ser fruto del Espíritu Santo, siempre que llevaran a la conversión y no al desorden.
Más adelante, el Segundo Gran Despertar (siglo XIX) trajo nuevas expresiones: en campamentos evangélicos al aire libre, personas entraban en éxtasis, gritaban o bailaban. Estos fenómenos, aunque inquietaban a sectores más moderados, se volvieron parte del paisaje religioso estadounidense.
El punto de inflexión ocurrió en 1906, cuando el afroamericano William J. Seymour, en un humilde templo en la Calle Azusa, en Los Ángeles, comenzó a predicar sobre el “bautismo en el Espíritu Santo” con evidencia de hablar en lenguas. Allí surgió el movimiento pentecostal, que se propagó por el mundo con rapidez. Los primeros misioneros pentecostales viajaron a América Latina, África y Asia con un mensaje centrado en el poder milagroso de Dios, la inminencia del regreso de Cristo y la acción visible del Espíritu.
La expansión pentecostal se vio impulsada por la pobreza y la marginación: ofrecía consuelo, esperanza y un sentido de poder espiritual a quienes el mundo había relegado. Para muchos, la posibilidad de recibir un don sobrenatural significaba también recuperar dignidad.
2. De los evangélicos a los católicos: la Renovación Carismática
El retiro en la Universidad Duquesne
Durante mucho tiempo, el catolicismo miró con distancia el entusiasmo pentecostal. Sin embargo, tras el Concilio Vaticano II, con su apertura al ecumenismo y a una liturgia más viva, el terreno estaba preparado para un cambio. En 1967, dos profesores (William Storey y Ralph Keifer) y varios estudiantes católicos de la Universidad de Duquesne participaron en un retiro espiritual en el que afirmaron haber recibido una fuerte experiencia del Espíritu Santo. Desde allí, la Renovación Carismática Católica comenzó a crecer en universidades, parroquias y comunidades de oración.
A diferencia de los pentecostales, los carismáticos católicos conservaron la centralidad de los sacramentos, la devoción mariana y la obediencia al Papa. Sin embargo, comenzaron a introducir en sus reuniones oraciones en lenguas, sanaciones, profecías y alabanzas cantadas con entusiasmo.
Algunos obispos vieron con preocupación estas prácticas, temiendo desviaciones doctrinales o desórdenes litúrgicos. Pero con el tiempo, el movimiento recibió cierto reconocimiento eclesial. Juan Pablo II elogió su vitalidad espiritual y capacidad de evangelización. Benedicto XVI, con su talante más teológico, subrayó la necesidad del discernimiento. Y el papa Francisco ha sido especialmente favorable, llegando a afirmar: “La Renovación Carismática es una corriente de gracia para toda la Iglesia”.
La Iglesia pidió al cardenal Leo Joseph Suenens que investigara estos hechos. La cita se daría en la ciudad de Malinas (Bélgica) entre los días 21 y 26 de mayo de 1974. Los resultados sería presentados en el denominado Documento de Malinas. En 2024 se publicó una nueva edición del documento llamado Seis Documentos de Malinas que puedes descargar aquí.
Hoy, el movimiento está presente en más de 200 países. Ha influido en nuevas comunidades religiosas, movimientos laicales y ha renovado la vida espiritual de millones. Sin embargo, con su crecimiento también han surgido tensiones: algunos sectores se han vuelto excesivamente emocionales o se han alejado de la doctrina católica, dando lugar a experiencias más cercanas al pentecostalismo que al catolicismo tradicional.
3. Fenómenos comunes y manifestaciones extraordinarias
Las manifestaciones más frecuentes en contextos carismáticos (tanto evangélicos como católicos) incluyen:
Glosolalia: hablar en lenguas desconocidas, a veces ininteligibles, como forma de oración espiritual.
Profecía y palabras de conocimiento: mensajes que, supuestamente, Dios revela a través de una persona para edificación de la comunidad o sanación interior.
Sanaciones físicas y emocionales, realizadas mediante la oración de intercesión o la imposición de manos.
“Descanso en el Espíritu”: personas que caen al suelo, sin daño, en un aparente estado de paz o trance espiritual.
Temblores, risas, llantos o danzas espontáneas, especialmente durante momentos de alabanza.
Aunque muchos fieles afirman haber sido profundamente tocados por Dios a través de estas experiencias, también hay quienes se sienten desconcertados o excluidos al no vivir manifestaciones similares. Algunos incluso se preguntan si estas expresiones son necesarias para experimentar auténticamente la fe.
4. Reflexión teológica y psicológica
¿Son obra del Espíritu Santo?
La Sagrada Escritura muestra que el Espíritu Santo puede actuar con poder. En los Hechos de los Apóstoles, los discípulos reciben dones extraordinarios, y Pedro cura enfermos con su sombra. Sin embargo, también enseña que el principal fruto del Espíritu no es el milagro visible, sino la santidad y el amor cristiano.
San Pablo, en Gálatas 5:22-23, describe los frutos auténticos del Espíritu: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, dominio propio”. Si una manifestación lleva al orgullo, al desorden, a la dependencia emocional o a la división, no es del Espíritu.
El discernimiento espiritual, según San Ignacio de Loyola, no se basa en emociones fuertes, sino en los frutos duraderos: paz, humildad, claridad. Santo Tomás de Aquino sostenía que Dios obra en armonía con la razón, y que las experiencias místicas, si bien posibles, no pueden sustituir la fe ni los sacramentos.
¿O son histeria colectiva y sugestión?
La histeria colectiva, también conocida como psicosis colectiva o psicosis de masas, es un fenómeno psicológico en el que un grupo de personas experimenta síntomas físicos o emocionales similares sin una causa médica identificable, generalmente influenciados por la sugestión, la emoción intensa o el ambiente social. Estos fenómenos pueden incluir temblores, gritos, visiones, convulsiones, desmayos, e incluso cambios de comportamiento.
Características de la histeria colectiva: Afecta a grupos, no solo individuos; Se propaga por sugestión o imitación; Se da en contextos de alta tensión emocional, incertidumbre, o creencias intensas; Los síntomas pueden parecer muy reales, aunque no haya una causa fisiológica; No hay una intención consciente de fingir (no es lo mismo que simular).

Ejemplos en ámbito no-religioso
La epidemia de baile de 1518 (Francia): En Estrasburgo, cientos de personas comenzaron a bailar de forma incontrolable durante días, sin descanso. Algunos incluso murieron por agotamiento, infartos o accidentes. Causa posible: Hipótesis incluyen intoxicación por cornezuelo (un hongo alucinógeno del trigo) o histeria colectiva provocada por el estrés social y las creencias religiosas medievales.
El susto de los piojos en Tennessee (1998): En una escuela secundaria de EE.UU., una estudiante dijo tener piojos y comenzó a rascarse compulsivamente. Pronto, decenas de estudiantes mostraron síntomas similares (picazón, sarpullido), aunque no se encontró ningún brote real. Causa posible: Sugestión colectiva amplificada por el miedo al contagio.
La epidemia de risa en Tanzania (1962): Comenzó con unas pocas estudiantes que no podían dejar de reír, y se extendió a otras escuelas y comunidades. Afectó a cientos de personas y causó el cierre de varias instituciones por semanas. Causa posible: Estrés social elevado, especialmente entre jóvenes, combinado con sugestión grupal.
Síntomas misteriosos en una escuela en Afganistán (2009–2012): Grupos de niñas reportaron desmayos, náuseas y dificultad para respirar, y se creyó inicialmente que eran víctimas de envenenamiento. Sin embargo, no se halló ninguna sustancia tóxica. Causa posible: Histeria colectiva posiblemente inducida por el estrés social, el miedo al terrorismo o la represión talibán.
La “epidemia del grito” en Portugal (2006): Después de un episodio de una serie juvenil llamada Morangos com Açúcar (Fresas con azúcar), estudiantes comenzaron a reportar síntomas como mareos, sarpullidos, y desmayos similares a los presentados en la ficción. Causa posible: Sugestión provocada por el contenido televisivo, reforzada por los medios y la atención pública.
¿Qué tienen en común estos casos?
Aparecen en ambientes cerrados: escuelas, aldeas, comunidades pequeñas.
Inician con uno o pocos individuos y se propagan rápidamente.
No hay causa médica identificable para los síntomas.
Suelen ocurrir en contextos de estrés, incertidumbre o represión.
La reacción emocional es real, no fingida.
Desde una perspectiva psicológica o sociológica (no teológica), muchos investigadores han señalado que al menos algunos aspectos de las manifestaciones de grupos pentecostales o carismáticos católicos pueden estar relacionadas con fenómenos de histeria colectiva o sugestionabilidad en grupo, especialmente cuando se dan en contextos como: Ambientes cargados emocionalmente (música, prédicas intensas, oración colectiva), presión de grupo o deseo de pertenencia, autoridad del líder espiritual que dirige la experiencia, expectativa de recibir una manifestación espiritual, alto nivel de fe o creencia en lo sobrenatural.
En estos contextos, las personas pueden experimentar fenómenos psicofisiológicos reales (como temblores, desmayos o visiones), no porque estén fingiendo, sino por una combinación de sugestión, estado emocional alterado y respuesta neurológica al entorno.
A pesar de ello, no todos los fenómenos religiosos son explicables como histeria colectiva, pero muchos de los más dramáticos que ocurren en masa —especialmente cuando se repiten en patrones específicos dentro de ciertos contextos religiosos— sí pueden ser interpretados desde esa óptica. Esto no invalida la experiencia personal de los creyentes, pero ofrece una explicación alternativa basada en psicología social y neurociencia.
5. Casos cuestionables y denuncias de manipulación
No se puede ignorar que muchos líderes han explotado las manifestaciones extraordinarias del Espíritu Santo para construir verdaderos imperios religiosos, promover cultos a la personalidad o incluso cometer abusos financieros, psicológicos y sexuales. Estos escándalos han dañado la credibilidad de los movimientos carismáticos, tanto en contextos evangélicos como católicos.
En el mundo protestante y pentecostal
Benny Hinn, uno de los televangelistas más conocidos del mundo, ha sido criticado por sus “cruzadas de sanación” donde personas caen al suelo al ser “tocadas” por él. Excolaboradores han denunciado guiones preparados y personas seleccionadas de antemano. Además, ha sido investigado por evasión de impuestos y acumulación de riquezas incompatibles con su mensaje.
Peter Popoff, famoso en los años 80, afirmaba recibir “palabras de conocimiento” sobre las enfermedades y nombres de personas entre el público. Fue desenmascarado por el escéptico James Randi, quien demostró que usaba un auricular para recibir información de su esposa, basada en formularios llenados previamente por los asistentes.
Edir Macedo, fundador de la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD), también conocida por su lema “Pare de Sufrir”, ha sido acusado en múltiples ocasiones por estafa, lavado de dinero y enriquecimiento ilícito. Su imperio religioso incluye canales de televisión, bancos y empresas. Aunque predica la prosperidad espiritual, vive rodeado de lujos. Además, su movimiento ha sido criticado por prácticas de exorcismo público y manipulaciones emocionales para obtener donaciones.
Naasón Joaquín García, líder de la secta La Luz del Mundo, fue arrestado en EE.UU. en 2019 y condenado en 2022 por abusos sexuales, incluyendo a menores de edad. Aunque su grupo no se identifica abiertamente como carismático, sí promueve experiencias místicas y lo considera “Apóstol de Jesucristo” con autoridad divina incuestionable. Este caso muestra cómo una figura carismática puede usar el poder espiritual percibido para manipular y abusar.
Estos casos, lamentablemente, no son marginales. Revelan cómo algunos movimientos inicialmente espirituales pueden degenerar en estructuras autorreferenciales, centradas en el poder, el dinero o el ego del líder, desfigurando por completo el rostro de Cristo.
Casos cuestionables en la Iglesia Católica
Aunque más controlada doctrinalmente, la Iglesia Católica no está exenta de episodios similares dentro del ámbito carismático.
En Argentina, la exreligiosa Leda Bergonzi, conocida popularmente como “Hermana Leda”, se volvió figura pública por sus encuentros multitudinarios de oración, donde afirma “transmitir el Espíritu Santo” mediante la imposición de manos. En estos eventos, muchos fieles caen al suelo, lloran o tiemblan en lo que se presenta como un “descanso en el Espíritu”. Aunque durante un tiempo contó con apoyo de sectores eclesiales y políticos, recientemente fue desvinculada formalmente de la Iglesia Católica por decisión de la arquidiócesis de Rosario. Además, ha recibido denuncias que incluyen posibles abusos espirituales, manipulación emocional y promoción de un culto a la personalidad, lo que ha encendido alarmas sobre los límites de las manifestaciones carismáticas no reguladas y la necesidad de discernimiento eclesial claro.
En Francia, el caso del exseminarista y presunto místico Antoine Coelho ha generado fuerte polémica. Afirmaba estar unido mística y esponsalmente con una mujer a la que identificaba como la “encarnación del Espíritu Santo”. Este delirio místico derivó en la creación de una comunidad sectaria donde él ejercía control espiritual y psicológico, y se han reportado abusos. Aunque fue apartado del ministerio y la comunidad disuelta, el caso ha levantado preguntas sobre la necesidad de mayor vigilancia eclesial ante presuntos “carismas”.
También han existido denuncias sobre ciertos grupos de oración carismáticos cerrados, que en nombre de la “obediencia al Espíritu” inducen dependencias emocionales con los líderes, prácticas de discernimiento sin formación adecuada, e incluso rechazo de tratamientos médicos o psiquiátricos por considerarlos “falta de fe”.
Estos casos muestran que el abuso espiritual puede infiltrarse incluso dentro de estructuras eclesiásticas legítimas si no se ejerce un discernimiento serio, guiado por la razón, la fe y la obediencia eclesial.
6. En la Iglesia Católica: ¿renovación o desorden?
En el contexto católico, la Renovación Carismática ha producido frutos indudables: conversiones profundas, vida de oración más intensa, vocaciones religiosas, y una mayor apertura a los carismas. Pero también ha habido casos de desvíos preocupantes.
Algunos sacerdotes celebran misas centradas casi exclusivamente en lo emocional, descuidando la liturgia. Se han promovido "misas de sanación" con promesas exageradas o sin aprobación eclesial. A veces, se cae en un “espiritualismo emocional” que desplaza la centralidad de la Eucaristía y los sacramentos por la búsqueda de experiencias extraordinarias.
Hay fieles que saltan de un evento a otro buscando "más Espíritu", sin profundizar en la fe, ni comprometerse con la parroquia, ni formarse doctrinalmente. En estos casos, el peligro es convertir la religión en consumo emocional.
7. Discernimiento auténtico: ¿Qué dice la Iglesia?
El Catecismo de la Iglesia Católica (n. 2003-2004) afirma que los carismas, extraordinarios o no, deben estar al servicio de la Iglesia y ser guiados por sus pastores. El documento “Iuvenescit Ecclesia” (2016), emitido por la Congregación para la Doctrina de la Fe, aclara que los movimientos carismáticos deben actuar en plena comunión con la jerarquía, sin crear estructuras paralelas o doctrinas propias.
Además, la Iglesia enseña que la santidad no consiste en manifestaciones llamativas, sino en la vida sacramental, la obediencia a Dios y el amor al prójimo. El discernimiento es necesario, y los pastores tienen el deber de acompañar espiritualmente a los fieles sin despreciar los carismas, pero tampoco exaltándolos sin criterio.
El Espíritu Santo actúa con libertad y puede manifestarse de formas inesperadas. Pero no todo lo que emociona viene de Dios. En tiempos de espectáculo y consumo espiritual, urge recuperar el discernimiento, la sobriedad y la profundidad.
Es hora de recordar que el Espíritu Santo no es una fuerza que se manipula ni una emoción que se activa. Es la tercera Persona de la Trinidad, que santifica, edifica y une a la Iglesia. Y, como dijo Jesús, “por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7,16). No necesariamente por sus gritos ni sus caídas, sino por su caridad, humildad, fidelidad y paz.