Es un golpe duro para todos, porque todos somos Iglesia y todos sufrimos cuando ella sufre. Cuando uno llora, lloramos con él; cuando uno sufre, sufrimos con él. También sentimos “impotencia” al ver cómo cada día se descubren nuevos casos y delitos que implican algo tan sagrado como la vocación sacerdotal…
Iglesia en Chile: «Estas crisis mundiales son crisis de santos»
¿Qué podemos hacer los sacerdotes y religiosos para superar este tiempo de crisis?
Hemos sido testigos en primera persona de los graves escándalos que sufre la Iglesia Católica en Chile. El antitestimonio de los sacerdotes no es algo que sólo le duela a los laicos, también nos duele a nosotros los religiosos y sacerdotes que buscamos a diario amar más a Nuestro Señor. Es un golpe duro para todos, porque todos somos Iglesia y todos sufrimos cuando ella sufre. Cuando uno llora, lloramos con él; cuando uno sufre, sufrimos con él. También sentimos “impotencia” al ver cómo cada día se descubren nuevos casos y delitos que implican algo tan sagrado como la vocación sacerdotal.
Sufrimos… pero también somos concientes de que podemos cambiar las cosas. Está en nuestras manos el ser coherentes el sacerdocio, ser auténticos con nuestra vocación. Depende de nosotros cuidar el tesoro que llevamos en “vasijas de barro” y protegerlo de la mundanidad, las corrientes ideológicas que atacan directamente los valores de la persona y la ambición de poder y dinero. Debemos estar atentos para que aquello que Dios ha puesto en nosotros lo podamos llevar a buen término. ¡Qué bonito sería que al final de la vida de un sacerdote se pueda decir: «pasó haciendo el bien»!
Los tiempos que vivimos…
De todo lo que ha pasado en la crisis actual hay algo que sí le agradezco a Dios, y creo que es el principal fruto de la visita del Papa Francisco a Chile: que salgan a la luz todos los casos de abusos tanto sexual como de poder y así se pueda ir purificando nuestra iglesia chilena. Si se fijan en los dichos del Papa, en las reacciones posteriores, en las disculpas que luego el Santo Padre pidió, en las visitas de las víctimas, en los diálogos con obispos y sacerdotes… todo esto permitió que muchos hablaran y denunciaran a quienes no han cuidado de su dignidad sacerdotal. Sé que es algo doloroso, incluso para el mismo clero diocesano, pero es necesario limpiar las manchas que tapan y esconden el verdadero rostro de la Iglesia. No tenemos que tener miedo a ser luz en medio de las tinieblas, debemos continuar este camino de renovación eclesial, siempre de la mano del Papa Francisco como lo hemos hecho hasta ahora.
Estamos, sin duda, en una crisis como Iglesia. Una crisis que podría manifestarse como una gran oportunidad de conversión de cada uno de los católicos de Chile. Diría San Josémaría Escrivá:
«Estas crisis mundiales son crisis de santos».
Si buscamos y luchamos por alcanzar esta santidad, estaremos seguros de ir por buen camino. En el n° 14 de «Gaudete et Exsultate», el Papa escribe:
«Para ser santos no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosas o religiosos. Muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada solo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así. Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra».
Permítanme ofrecerles 3 consejos a los sacerdotes y religiosos/as chilenos/as que pueden ayudar a afrontar este tiempo que vivimos:
1. Ser pastores con olor a oveja
Nuestro pueblo sufre. Sufre cuando ve a un scaerdote caer, sufre al ver tanta injusticia y abuso, sufre al conocer los testimonios de las víctimas, sufre constantemente. La misión del sacerdote como pastor es acompañar a lasovejas en su sufrimiento y en su gozo, en sus dolores y alegría. Acompañar: esta palabra es la clave para superar juntos este momento. A eso se refería el Papa Francisco cuando exhortaba a los sacerdotes a ser “pastores con olor oveja”, eso significa involucrarnos en sus vidas, cargarlas en nuestros hombros cuando no pueden más, conducirlas hacia el agua viva, darles el alimento imperecedero… Esto es lo que tenemos que ser. Santa Catalina de Siena lo tenía muy claro y repetía a menudo:
«Si sois lo que tenéis que ser, ¡prenderéis fuego al mundo entero!»
2. Mostremos el rostro real del sacerdote
La imagen del sacerdote está manchada por el pecado de muchos hermanos nuestros. Somos concientes de que ser sacerdote es la respuesta a una llamada de Dios que nos habla al corazón. La riqueza de la vocación sacerdotal consiste en saberse llamado a una misión donde nos configuramos con Jesús para llevarle a todo el mundo. La riqueza del sacerdocio pasa por el reconocemos frágiles instrumentos de Dios. ¿Cuál es el rostro verdadero del sacerdote? Alegría, amor, compasión, misericordia, confianza, cercanía, ayuda, esperanza, fe. No dejemos que se pierda entre tanta suciedad este rostro que refleja, de cierta manera, el rostro mismo de Jesús. En la bula del año de la misericordia, «Misericordiae Vultus», el Papa señala enfáticamente que:
« Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre»
Por su parte, el papa Benedicto XVI, en la Misa Crismal del 13 de abril de 2006, enseña que:
«Ser sacerdote significa ser amigo de Jesucristo, y serlo cada vez más con toda nuestra existencia. El mundo tiene necesidad de Dios, no de un dios cualquiera, sino del Dios de Jesucristo, del Dios que se hizo carne y sangre, que nos amó hasta morir por nosotros, que resucitó y creó en sí mismo un espacio para el hombre. Este Dios tiene que vivir en nosotros y nosotros en él. Esta es nuestra llamada sacerdotal: sólo así nuestra acción de sacerdotes puede dar fruto»
3. Venzamos la tentación del «ocultamiento»
Esta tentación puede invadirnos en los tiempos de tribulación y persecución. El «ocultamiento» significa encerrarnos en nuestras parroquias, huir de la visibilidad del mundo, no llamar la atención… Las manifestaciones de esta tentación son muchas, pero es necesario que ahora, cuando más desconcierto hay en el Pueblo de Dios, seamos testimonios verdaderos del amor de Dios, sin miedo. Debemos salir de nuestras Iglesias, acercarnos a las personas, ser sinceros, acompañarles, llevar a Dios a todos sin distinción. Encerrarnos sólo nos llevaría a acrecentar el problema, la gente espera que estemos a su lado y que hombro con hombro afrontemos estos momentos difíciles.
El Papa Francisco en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium de 2013 nos da algunos consejos que, a mi juicio, nos vendrían muy bien en este tiempo:
1. «Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo»
«Repito aquí para toda la Iglesia lo que muchas veces he dicho a los sacerdotes y laicos de Buenos Aires: prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades».
2. «No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos»
«Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida».
3. «Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención»
«… en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: «¡Dadles vosotros de comer!» (Mc 6,37).
Que Dios nos permita una verdadera y confiada renovación como Iglesia. Que saque de tanto mal un bien más grande, un bien de unidad y fraternidad, eso es lo que necesitamos como país. Podemos tener la plena seguridad de que Dios está con nosotros y nos guiará por el mejor camino. ¡Dejémonos transformar sin miedo! ¡Lancémonos al anuncio real de Cristo!