La santa sufría constantes tentaciones tanto de fe como contra sus votos religiosos y Jesús quiso confortarla dándole 6 consejos para superar este momento de prueba.
¿Cómo vencer las tentaciones? 6 consejos de Jesús a santa Faustina Kowalska
Las tentaciones nos acechan a todos. Es parte de nuestra vida. Pero debemos ser concientes de que no tienen la última palabra. La tentación nos incita a pecar, pero depende de nosotros acoger la voz de Dios y decir “¡No!” al tentador. Éstas, una vez vencidas, nos fortalecen en la fe y renuevan nuestra opción por Cristo. ¡No le tengas miedo a las tentaciones,antes bien, lucha contra ella y supéralas con la ayuda de Dios! Para perseverar en la lucha quisiera compartirles algunos consejos que da el mismo Jesús a Santa Faustina Kowalska, quien vio al Señor después de la comunión el día 3 de febrero de 1938. La santa sufría constantes tentaciones tanto de fe como contra sus votos religiosos y Jesús quiso confortarla dándole 6 consejos para superar este momento de prueba. ¿Te animas a conocerlos? Quizá puedan ayudarte a tí también a superar los momentos de tentación y decirle nuevamente “¡Sí!” a Dios.
1. «No luches sola/o contra la tentación…
… sino que descúbrela inmediatamente al confesor y entonces perderá toda su fuerza».
Nada podrás lograr si confías sólo en tus propias fuerzas. «¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías, como si no lo hubieras recibido?» (1 Corintios 4,7). Es fácil dar consejos, hablar con los demás, escuchar, pero muy difícil darse ánimos a uno mismo. Necesitamos de los demás para que nos ayuden en nuestro camino de santidad. Luchar solos contra la tentación hará más fatigosa la batalla y te dará resultados tal vez menos favorables, por ello es esencial dejarse acompañar por otro, es decir, acudir con frecuencia a un confesor. Apenas percibas que se acerca la tentación de cualquier tipo pide ayuda para vencerla. Y si caes, confiésate, reconcíliate con Dios y sigue caminando. Lo importante será luchar siempre en compañía de otro y no creer que puedes hacerlo solo, porque ese es el mejor mecanismo de atracción del demonio y la forma más fácil de hacer caer a los hijos de Dios. La autosuficiencia en la vida espiritual no funciona,¡ánimo en la lucha! Cuentas con muchos otros más en esta batalla, ¡no estás solo!
«Esta confianza la tenemos por Cristo ante Dios. No es que por nosotros seamos capaces de pensar algo como propio nuestro, sino que nuestra capacidad viene de Dios» (2 Corintios 3,4-5).
2. «No pierdas la calma…
… vive en mi presencia, pide la ayuda de mi Madre y la de los santos».
Haz la señal de la cruz, invoca a los santos, pide ayuda a la Iglesia Universal. Pedir a ayuda a la Iglesia es confiarse a nuestros hermanos de la Iglesia Militante: aquellos que continúan caminando en santidad hacia Dios en esta tierra; la Iglesia Purgante: conformada por aquellos que están purificándose de sus pecados terrenales en un estado intermedio entre la tierra y la Bienventuranza eterna; y la Iglesia Triunfante: conformada por los santos, los Querubines, los Serafines, los Tronos, las Potestades, las Dominaciones y todos los ángeles en el Cielo. Pedir ayuda a la Iglesia es pedir ayuda en el Cielo y en la tierra. Acércate también a la Virgen María, porque ella conoce la lucha de sus hijos y, como una madre, nos ayuda a levantarnos cuando fallamos o cuando estamos en dificultades. Entonces, ¿para qué perder la calma? Confía en que tienes protectores que interceden por ti ante Dios y no te dejarán a merced del mal. Dios nos ha dado un espíritu de fortaleza. No lo olvides, ¡confíate a la intercesión de toda la Iglesia!
«Por esta razón, te recuerdo que tienes que reavivar el don de Dios que recibiste por la imposición de mis manos, porque Dios no nos dio un espíritu de timidez, sino de fortaleza, caridad y templanza» (2 Timoteo 1, 6-7).
3. «Ten la certeza de que yo te miro y te sostengo»
Esto sí es que trae paz al alma. Sí, saber que Jesús nos mira y nos sostiene siempre: día a día, minuto a minuto, siempre está a nuestro lado peleando con nosotros la dura batalla de la perseverancia en la santidad. A su lado las caídas son menos dolorosas y el camino menos fatigoso. Podemos estar tranquilos y confiados de que pase lo que pase estamos con Él. Es como cuando sales con tu hermano mayor, dejas de temer y caminas con tranquilidad porque sabes que él te defenderá de cualquier cosa que intente hacerte daño. ¡Con cuánta más razón vamos a caminar confiados en el cuidado del mismo Señor! El Padre Pío de Pietrelcina repetía siempre: «Ora, ten fe y no te preocupes», solo haz tu parte que el Señor hará el resto. San Agustín tenía como lema de vida la famosa frase: «Canta y camina», canta alabando a Dios y camina rumbo a su encuentro. Dios te mira, tú le importas mucho, eres especial para Él. Jesús sufre cuando tú sufres, ríe cuando tú ríes, llora cuando tú lloras. ¡Jesús te mira y te sostiene! ¿Qué podemos temer?
«Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las cosas presentes, ni las futuras, ni las potestades, ni la altura, ni la profundidad, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios, que está en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Romanos 8, 38-39).
4. «No tengas miedo…
… ni de las luchas espirituales ni de ninguna tentación, porque yo te sostengo con tal de que tú quieras luchar; has de saber que la victoria siempre está de tu lado».
El miedo paraliza, descontrola y no da lugar a las buenas decisiones. El miedo es un anestesiante que no te deja actuar con libertad, no te permite salir de la oscuridad, te deja inmóvil, quieto y sin posibilidades. Aparta el miedo de tu vida acercándote al Señor. Si miras a Jesús y confías en Él ten toda la seguridad de que vencerás la tentación. No hay nada ni nadie que pueda separarte del amor de Dios. Así que, ¡no tengas miedo! El Papa Francisco nos enseña que el miedo es «una actitud, podemos decir, de un alma encarcelada, sin libertad, que no tiene libertad de mirar adelante, de crear algo, de hacer el bien… es una actitud que nos hace mal, nos debilita, nos empequeñece, e incluso nos paraliza». Dejándote guiar por Jesús no tienes que temer ningún mal, ninguna tentación porque Él te sostiene y te lleva a la victoria.
«El Señor es mi pastor, nada me falta. En verdes prados me hace reposar; hacia aguas tranquilas me guía; reconforta mi alma, me conduce por sendas rectas por honor de su Nombre. Aunque pase por valles oscuros, no temo ningún mal, porque Tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan» (Salmo 23, 1-4).
5. «Con una lucha intrépida me das gloria…
… y ganas méritos para ti, la tentación ofrece la posibilidad de demostrarme tu fidelidad».
Todos tenemos que luchar. Nadie se salva de la batalla contra el mal y contra las tentaciones aquí en la tierra. Pero siempre es importante tener en cuenta que en una batalla no peleas solo, hay muchísimos más que luchan a tu lado por la misma causa. La unión hace la fuerza y, si estamos unidos en esta lucha, no sólo venceremos, sino que ayudaremos a otros a vencer. Cada batalla contra las tentaciones te ofrece la posibilidad de demostrarle fidelidad a Jesús. ¡Ten certeza de que vencerás si estás a su lado! ¡Pero lucha, no dejes de luchar, que cada batalla te hace más fuerte! Y si pierdes la batalla, levántate, alístate y sigue adelante, porque vendrán más oportunidades para vencer. Cada tentación será para tí la oportunidad de amar a Jesús y caminar a su lado. ¡No tengas miedo y lucha con todas tus fuerzas confiando primeramente en la gracia de Dios!
«Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de estas cosas y busca la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la constancia y la mansedumbre. Pelea el noble combate de la fe. Conquista la vida eterna a la que has sido llamado y para la que hiciste solemne profesión en presencia de muchos testigos» (1 Timoteo 6, 11-12).
6. «Sinceridad sin límites con tu director espiritual»
«Y ahora te diré lo más importante para ti: una sinceridad sin límites con tu director espiritual… muchas almas me lo piden y no a todas les concedo esta gracia».
Esto es muy importante. Tener un director espiritual es esencial en la vida de todo cristiano. Un director espiritual es la persona que te guía y te orienta, sabiendo que sigue la voluntad de Dios. Es una inmensa responsabilidad para ellos, porque deben responder ante Dios por sus palabras y consejos, sabiendo que son instrumentos de Él para manifestarle su voluntad a los fieles en la tierra. Si quieres ser santo lo mejor será que busques un director espiritual. Puede ser un sacerdote, una religiosa, un religioso o una persona de profunda fe que te ayude a discernir la voluntad de Dios. San Josemaría Escrivá decía: «No se te ocurriría construir una buena casa para vivir en la tierra sin consultarle a un arquitecto. ¿Cómo quieres levantar sin un Director el alcázar de tu santificación para vivir eternamente en el cielo?». Ah, pero pídele al Señor que te envíe a la persona correcta, deja que Él te mande a tu director espiritual. Lo sabrás reconocer, estoy seguro de ello, pero antes pídeselo al Señor como un don.
«Hermanos, si a alguien se le sorprendiera en alguna falta, vosotros, que sois espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre… Llevad los unos las cargas de los otros y así cumpliréis la ley de Cristo. Porque sí alguno se imagina que es algo, sin ser nada, se engaña a sí mismo» (Gálatas 6, 1-3).
La lucha contra las tentaciones es cuestión de todo cristiano, pan de cada día. En el Padrenuestro repetimos con fe: «no nos dejes caer en la tentación» como una llamada de auxilio ante las ocasiones de pecado. Ante todo, debemos tomarnos de la mano de Dios y confiar en Él. Sin miedos, sin autosuficiencia, sin soberbia, confiando nuestra victoria a su inmenso Amor. Contamos con los Santos y toda la Iglesia que intercede por nosotros y nos alienta a salir victoriosos de las tentaciones. Pero «este combate y esta victoria sólo son posibles con la oración» (Catecismo de la Iglesia Católica, n° 2849).
Por último les comparto una frase de Orígenes (teólogo del siglo II) que cita el Catecismo de la Iglesia, la cual puede ayudarte a comprender mejor qué significa ser tentado y vencer la tentación:
«Dios no quiere imponer el bien, quiere seres libres… En algo la tentación es buena. Todos, menos Dios, ignoran lo que nuestra alma ha recibido de Dios, incluso nosotros. Pero la tentación lo manifiesta para enseñarnos a conocernos, y así, descubrirnos nuestra miseria, y obligarnos a dar gracias por los bienes que la tentación nos ha manifestado» (Orígenes, or. 29).
Textos citados desde «La Divina Misericordia en mi alma»,
Diario de Santa María Fustina Kowalska, nn. 1560-1561 y 1563. Marian Press (1996).