He aquí una oración de Santa Teresa en la que resume su experiencia dando 7 consejos para encontrar la felicidad verdadera y aferrarnos a Dios, lo más importante de nuestra vida…
¿Estás en crisis y buscas ser feliz? 7 consejos de Santa Teresa que no fallarán
Todo el mundo habla de felicidad hoy en día. Si tienes el coche último modelo, serás feliz; si adquieres el departamento en la playa, serás feliz; si asciendes en tu trabajo, serás feliz; y así muchas situaciones más. Pero,¿realmente crees que la felicidad las dan las cosas, los objetos, los «éxitos»? Santa Teresa de Jesús pasó por un tiempo de conversión incluso después de haberse consagrado a Dios como religiosa carmelita. También, al igual que muchos, ponía sus esperanzas en cosas temporales, sin fijarse en el Dios eterno al cual seguía. Pero un buen día, años después de entrar en el convento, Jesús tocó su corazón y ella respondió con generosidad. Su vida cambió desde ese encuentro con el Señor. Todos podemos dejarnos encontrar por el Señor. En ese momento tu mirada se posará sobre las cosas que realmente valen la pena.
He aquí una oración de Santa Teresa en la que resume su experiencia dando 7 consejos para encontrar la felicidad verdadera y aferrarnos a Dios, lo más importante de nuestra vida.
1. Nada te turbe
«Eleva el pensamiento, al cielo sube. Por nada te acongojes, nada te turbe»
La turbación comienza cuando la mirada se posa sólo sobre cosas terrenas. El alma se ve intranquila. No hay paz interior. Busco, pero no encuentro. ¿Te ha pasado alguna vez? Si eres hombre de misa dominical, de rosario y oraciones durante el día, y te pasa esto, no te inquietes que es normal. La invitación de Jesús a través de Santa Teresa es a elevar el pensamiento. Esto significa dejar nuestra visión terrena del mundo para ver con los gafas de la fe todo lo que sucede. Guerras, conflictos, odio, todo esto tiene lugar en el corazón de Jesús. Abandona tus preocupaciones en Él. No te inquietes. Ocúpate de presentarle tu oración a Dios y verás que Él se encargará. Una vez que lo dejes todo en su corazón, te verás libre de las cosas terrenas y tendrás más fuerzas para afrontar el mundo. Pero necesitas dejarlo todo en sus manos, eso es fe, eso es confianza en Dios. Él es el dueño del universo, el creador, déjaselo todo elevando tu mirada al cielo.
«Pero él les dijo: ¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo» (Lucas 24, 38-39).
2. Nada te espante
«A Jesucristo sigue con el pecho grande, y venga lo que venga nada te espante»
Nosotros seguimos a Jesús. Nuestra esperanza está puesta sobre Él. Pero hay que tener coraje para ser católico. No es fácil defender nuestra fe en una sociedad casi sin valores. No imponemos una creencia, sino que iluminamos con la verdad las tinieblas del error. ¡Grande es nuestra misión! ¿Lo creemos así? Tener un pecho grande es saberse en el camino correcto. Es tener valor para la lucha, que ciertamente utiliza otras armas: el amor, el perdón, la verdad, la fe… Por eso, cuando anuncies a Cristo, no tengas miedo al qué dirán, a lo que piensen los demás, porque es tu propio tesoro, es tu corazón lo que comunicas. Nada te espante, nada en la vida. El temor es como la morfina, adormece y a veces paraliza. No necesitamos de morfina cuando tenemos a Cristo. Con Él podemos afrontar cualquier cosa. Venga lo que venga nada me alejará del Señor. Es un don que hay que pedir. Nunca termines tu oración sin pedirle a Dios el don de la fortaleza.
« ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada? Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó. Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 8,35.37-39).
3. Todo se pasa
«¿Ves la gloria del mundo? Es gloria vana. Nada tiene de estable, todo se pasa»
Mira a tu alrededor, ¿qué ves? ¿Percibes la «gloria del mundo»? Dinero, adquisiciones, compras y ventas, transacciones, fama, éxito, reconocimiento, poder. Todo esto es gloria vana. ¿De qué sirve? ¿Acaso se puede llevar consigo después de morir? Todo esto perece, muere. Imagínate luchar 80 años por la fama, por el éxito, por dinero y luego, al ya poseerlo todo, morir. Trabajaste en vano, ¿qué disfrutaste? Pues la gloria del mundo es vana por esto mismo. No te sirve de mucho. En cambio luchar por la gloria eterna de estar junto a Dios sí que tiene valor. Hay que quitarse el prejuicio de que ser católico es estar reprimido, no ser libre, atado a leyes y normas que esclavizan. ¡Esa es una mentira del porte de un buque! Mientras más cerca de Dios, más libre serás. Mientras más desprendido de las cosas del mundo, más libre serás. Mientras más alejado de las tentaciones del mal, más libre serás. ¡No hay por dónde perderse! Que la gloria vana te sirva de ejemplo para buscar la gloria celestial, esa gloria que sí vale la pena luchar, esa gloria que aquí te hará feliz y se contagiará a los demás sin tú saberlo.
«Porque momentáneamente y leves son los sufrimientos que, a cambio, nos preparan un caudal eterno e insuperable de gloria; a nosotros que hemos puesto la esperanza, no en las cosas que se ven, sino en las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas»(2 Corintios 4, 17-18).
4. Dios no se muda
«Aspira a lo celeste que siempre dura. Fiel y rico en promesas, Dios no se muda»
Suele pensarse que Dios es como una fábrica de helados, que puedo amoldarlo a mis propios gustos. Quiero una bolita de chocolate y una de frambuesa con chispas de chocolate. Si no te dan lo que pides, no lo pagas y no te lo comes. Pues así no es Dios. Dios es el Padre, y un papá no te da siempre lo que quieres, te da lo que necesitas. Un papá sabe qué es mejor para sus hijos, porque los conoce. Un papá porque ama a sus hijos les corrige y les regaña de vez en cuando. Un papá quiere lo mejor para su hijo. ¡Cuánto más Dios con nosotros! Pero ahí vamos de nuevo queriendo que nos cumpla, que nos dé, que nos haga un milagro, una y otra vez. ¡Espérate un poco, Dios no es una fábrica a tu gusto! A veces te toca esperar porque alguien llega antes que tú. Aunque creas que Dios está alejado de ti, que no te mira, debes saber que Él es el más presente en tu vida. Cada respiro tuyo está custodiado por Él. Confía en Dios. Déjate moldear y corregir por Él. Siempre te dará lo que necesitas, no siempre lo que quieras.
«(…) han olvidado aquella exhortación que se les dirige como a hijos: “Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor, ni te desalientes cuando él te reprenda; porque el Señor corrige a quien ama, y castiga a quien recibe como hijo”. Dios los trata como a hijos y les hace soportar todo esto para que aprendan. Pues, ¿qué hijo hay a quien su padre no corrija?» (Hebreos 12, 5-7)
5. La paciencia todo lo alcanza
«Ámala cual merece bondad inmensa, pero no hay amor fino sin la paciencia. Confianza y fe viva mantenga el alma, que quien cree y espera todo lo alcanza»
La paciencia es un fruto del Espíritu Santo que hoy yace en el olvido. Y es que el mundo con tanta tecnología e innovación nos hace todo express, rápido, ¡ya! Eso de esperar no goza de mucha fama. Se dice que la paciencia es la ciencia de la paz: estar en paz con uno mismo, con los demás y con Dios. Es, también, esperar sin inquietud sabiendo que todo llegará a su tiempo. Pero, ¡cuán difícil es esto! De nuevo el mismo consejo: ¡hay que pedírselo al Señor! El secreto está en pedirlo. No hay amor fino sin la paciencia, no hay. Falta paciencia en las parejas, en los matrimonios, en las relaciones de hermanos, en el trabajo, en la vida religiosa. A todos nos hace falta la paciencia. Con confianza y fe viva podemos tener la certeza de que todo lo alcanzaremos. «Es que quisiera mejorar mi relación con mi esposa…» ¡Paciencia! «Es que me gustaría cambiar mis defectos…»¡Paciencia! «Es que ya no sé qué hacer con mi hermano que está muy rebelde…» ¡Paciencia! Tener paciencia es importantísimo, claro, sin descuidar la fe, la esperanza y el amor, pero siempre con paciencia.
«Considerad como un gran gozo, hermanos míos, el estar rodeados por toda clase de pruebas, sabiendo que la calidad probada de vuestra fe produce la paciencia en el sufrimiento; pero la paciencia ha de ir acompañada de obras perfectas para que seáis perfectos e íntegros sin que dejéis nada que desear. Si alguno de vosotros está a falta de sabiduría, que la pida a Dios, que da a todos generosamente y sin echarlo en cara, y se la dará. Pero que la pida con fe, sin vacilar; porque el que vacila es semejante al oleaje del mar, movido por el viento y llevado de una a otra parte» (Santiago 1, 2-6).
6. Quien a Dios tiene nada le falta
«Del infierno acosado aunque se viere, burlará sus furores quien a Dios tiene. Vénganle desamparos, cruces, desgracias; siendo Dios su tesoro nada le falta»
Aquí, dos cosas que decir. La primera es que no nos podemos permitir que el pecado nos obstaculice el llegar a Dios. ¡Jamás! El pecado no nos debe hundir en el charco de la desesperación. Si pecas, te arrepientes y te confiesas, y Dios te perdona, ¡y vuelves a empezar arrepentido de tus faltas! Pero no te desanimes nunca. Hay una cosa que debes saber y que el Papa Francisco ha dicho mucho: ¡Jamás dialogues con el demonio! Así que levanta el rostro y camina que, si tienes a Dios, el furor del mal no penetrará en ti. Lo segundo es que para un católico Dios es su tesoro. Si así lo crees, no buscarás jamás pepitas de oro en los ríos del mal. Imagina un gran cofre lleno de joyas y perlas preciosas, pues mucho mayor que eso es Dios para nosotros. ¡Dios es lo máximo! Venga lo que venga estará en Él mi felicidad. Y nada me falta, no tengo nada que envidiarle a otros, más aún, este tesoroque es Dios se puede compartir con todos y jamás se agota. Con un tesoro así, ¿quién no sería feliz? No es fábula ni cuento, es real. Siendo Dios su tesoro, nada le falta.
«No amontonen tesoros en esta tierra, donde la polilla y la herrumbre echan a perder las cosas, y donde los ladrones perforan los muros y roban. Amontonen mejor tesoros en el cielo… Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón» (Mateo 6, 19-21).
7. Sólo Dios basta
«Id, pues, bienes del mundo; id, dichas vanas. Aunque todo lo pierda, ¡sólo Dios basta!»
Pregúntate dónde están tus seguridades, ¿en el banco, en la empresa, en mi fama, en mi dinero? Ya hablamos que todo esto se pasa. Si vivieras en la calle, sin nada, sin teléfono, sin ropa de lujo, sin comodidades, ¿seguirías amando a Dios? ¡Eso es! Aunque todo lo pierdas deberías seguir fiel al Señor. Pero a veces tenemos un pie en la Iglesia y el otro en las cosas del mundo. Hay que dar el paso definitivo. Cuando nuestra única seguridad es el amor de Dios las cosas cambian, se transforman. ¡Qué me importan las cosas materiales, si tengo esto o lo otro, mi único bien está en el Señor! Sólo Dios basta, sólo Dios llena el corazón, sólo Dios te da la plenitud. ¿Tan difícil es entender esto? ¡Dios mío, pero es que Dios nos lo da todo, todo! Y aun así reclamamos. Ponerse las gafas de la fe y dar el paso que nos falta hacia Dios es ahora nuestra tarea. ¡Decídete ya!
« Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo… No que lo tenga ya conseguido o que sea ya perfecto, sino que continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús» (Filipenses 3:8.12)
Conclusión
Que estos 7 consejos de Santa Teresa de Jesús nos ayuden a ver las pequeñas cosas de la vida, lo que realmente importa, a fijar la mirada en Dios hacia lo alto. El católico se mantiene firme a su fe porque se sabe amado por Dios, ha experimentado su misericordia y le ve a través de los hermanos. Si nuestra visión se convirtiera a Dios, haríamos de este otro mundo. Alegrémonos de ser instrumentos del Señor. Mantengamos la fe viva, la esperanza constante y el amor ardiente; y digamos con Santa Teresa:
«Nada te turbe, nada te espante. Todo se pasa Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta. Solo Dios basta».